Immaculée Ilibagiza es una sobreviviente del genocidio
en Rwanda. Un tiempo después de este conflicto ella visitó una prisión para
conocer al líder de la pandilla que mató a su mamá y su hermano Damascene. Ya
dentro de la prisión, Immaculée tomó la mano del hombre malvado y dijo: “te
perdono”. Su carcelero se puso furioso al ver esto, él esperaba que ella
escupiera en la cara al malvado. “¿Por qué lo perdonaste?” él demandó.
“Perdonarlo es lo único que puedo ofrecer”, respondió Immaculée.
Ser malvado o justo es una responsabilidad y decisión
personal. Un abuelito quería explicar a su nieto la existencia del bien y el
mal en cada ser humano, para lo cual le dijo lo siguiente: "En cada
persona existen dos lobos, uno bueno y otro malo, los dos luchan constantemente
entre sí. El niño preguntó: ¿Cuál de los dos ganará la batalla? Aquél a quien
tú alimentes, contestó el anciano". “Donde hay envidias y rivalidades, hay
también desorden y toda clase de maldad” (Santiago 3,16).
Los malvados crucificaron a Jesús, abortan a los
bebes, explotan a los trabajadores, destruyen la inocencia de los niños, niñas,
y jóvenes, mostrando contenidos inapropiados en los Medios de Comunicación;
tráfican droga, aún sabiendo que con esto destruyen a las futuras generaciones
de hombres y mujeres de nuestra sociedad. Sin embargo, hemos sido creados por
Dios para ser justos, no malvados.
¿Cómo puedo crecer como justo en mi familia, la
comunidad, y en la vida parroquial?
Fr. Marco.
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