On
December 20, 1860, South Carolina seceded from the United States because
Abraham Lincoln had been elected President. The Republican Party wanted to end
slavery but South Carolina along with other southern states wanted to continue
this practice. Some legislators suggested dividing the country between
North and South; in the South slavery was permitted, in the North it was
illegal. Abraham Lincoln said the existence of slavery would no longer be
accepted. Mississippi, Florida, Alabama, Georgia, Louisiana and Texas followed
South Carolina’s decision to secede from the Union. Delegates from these
slave holding states met up in Montgomery, Alabama and agreed to establish a
new nation that would become an independent republic called the Confederate States
of America. The separatists approved a new constitution. Can you
imagine what would have happened to our country if the separatists had
triumphed in their project? Thanks be to God that unity in diversity prevailed.
That is the essence, origin, and strength of North America, and what
distinguishes this great nation from any other the world.
Family,
social, political or ecclesial divisions or unity originate in the interior of
every person, and has existed since the very origins of mankind. You need to
only briefly review the Bible to discover, yesterday and today, the presence
and effects of the division in the heart: “I belong to Paul, or I belong to
Apollos, or I belong to Cephas, or I belong to Christ” (1 Corinthians 1,
12-13).
In a
world so divided by economic, political, racial and religious interests, the
Church has proclaimed courageously from its origins: “There is neither Jew nor
Greek, there is neither slave nor free person, there is not male and female;
for you are all one in Christ Jesus” (Galatians 3, 28). But “Integration will
be facilitated when all parties maintain an open spirit. Integration cannot be
forced” (United States Conference of Catholic Bishops: Unity in Diversity).
The
Apostle Peter had to learn the importance, need and value for unity in the
Church. But this unity does not happen overnight, or by an act of magic, but
rather it is the result of personal conversion by every Christian: “In truth, I
see that God shows no partiality. Rather, in every nation whoever fears him and
acts uprightly is acceptable to him.” “We must learn to live together as
brothers or perish together as fools” (Martin Luther King Jr.). As Christians
we are “destined to go into the world and bear fruit”. It is our mission to:
work to live in unity in our families, society, Church, and parish.
How are
you cultivating and strengthening the unity in your family, neighborhood, job,
school, and in our parish?
El 20 de diciembre de 1860, Sur Carolina se
retiró de los Estados Unidos, esta decisión fue debido a que Abraham Lincoln
había sido electo Presidente de este país. El partido Republicano deseaba
terminar con la esclavitud, pero Sur Carolina y otros estados querían continuar
con esta práctica. Algunos legisladores propusieron dividir el país entre Sur y
Norte, en el primero se permitiría la esclavitud, en el segundo sería ilegal.
Abraham Lincoln, dijo que no se aceptaría más la existencia de la esclavitud.
Mississippi, Florida, Alabama, Georgia, Luisiana y Texas, siguieron a Sur
Carolina en su decisión de separarse de la Unión Americana. Estos estados se
reunieron en Montgomery, Alabama, y acordaron crear una nueva nación que sería
una república independiente, la cual llevaría por nombre Estados Confederados
de América. Los separatistas aprobaron una nueva constitución. ¿Se imagina lo
que hubiese sucedido en nuestro país, si los divisionista hubieran triunfado
con su proyecto? Gracias a Dios prevaleció la unidad en la diversidad, y esa es
la esencia, origen y fortaleza de Norte América, y lo que distingue a esta gran
nación de cualquier otro pueblo del mundo.
La división o la unidad familiar, social,
política, o eclesial, se originan en el interior de cada persona, y existe
desde los orígenes mismos de la humanidad, basta revisar brevemente la Biblia
para descubrir, ayer y hoy, la presencia y efectos de la división en el
corazón: “Yo soy de Pablo, yo soy de Apolo, yo soy de Cefas, yo soy de Cristo”
(1 Cor 1,12-13).
En un mundo tan dividido por intereses
económicos, políticos, raciales y religiosos, la Iglesia ha proclamado
valientemente desde sus orígenes: “Ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni
libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gal
3, 28). Pero “la integración, es decir, la unidad, es facilitada cuando todas
las partes mantienen un espíritu abierto. La unidad no puede ser forzada”
(Declaración de los Obispos Católicos de EE.UU: Unidad en la Diversidad).
El apóstol Pedro tuvo que aprender la
importancia, valor y necesidad de la unidad en la misma Iglesia. Pero esta
unidad no sucede de la noche a la mañana, o por arte de magia, sino que es
fruto de la conversión personal de cada cristiano: “Ahora caigo en la cuenta de
que Dios no hace distinción de personas, sino que acepta al que lo teme y
practica la justicia, sea de la nación que fuere”. "Debemos aprender a
vivir juntos como hermanos o pereceremos juntos como tontos" (Martin
Luther King Jr.). Los cristianos hemos sido “destinados para que vayamos
por el mundo y demos fruto”. Es nuestra misión: trabajar para vivir en
unidad en nuestras familias, sociedad, Iglesia, y parroquia.
¿Cómo está usted cultivando y fortaleciendo
la unidad en su familia, vecindario, trabajo, escuela, y en nuestra
parroquia?
Fr. Marco
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