1/06/2015

Autenticidad o mediocridad en la vida cristiana.


"Nada puede ser y no ser al mismo tiempo y en el mismo lugar" (Aristóteles). Este principio filosófico establece que no pueden coexistir dos realidades contradictorias en sí mismas: luz y oscuridad, tristeza y alegría, amor y odio. O sea, no hay posibilidad de un término medio, o se es lo  uno, o lo otro. Y corresponde a cada persona esforzarse por vivir una vida cristiana auténtica, o acomodarse a la mediocridad. Porque este es uno de los grandes peligros en la vida cristiana, el libro de Apocalipsis señala y denuncia esta realidad: “Conozco tu conducta: no eres ni frio ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Ahora bien, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca” (Ap 3, 15-16).”Si somos tibios y tediosos, no podemos traer el fuego a este mundo, ni aportar ningún poder de transformación” (Papa Benedicto XVI, “Servidor de vuestra Alegría, p. 37).
“Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos participes de su misión” (CIC, 1213). Una vida cristiana vivida con autenticidad es luz y sal en todos los ambientes de la vida, pero “la separación entre la fe que profesan y la vida cotidiana de muchos es uno de los errores más graves de nuestro tiempo” (GS, 43). Aquí se origina la raíz de todos los males que padecemos como familia, sociedad, e Iglesia: la falta de una vida cristiana auténtica.
“Seguir a Cristo no es una imitación exterior, porque afecta al hombre en su interioridad más profunda” (San Juan Pablo II, Carta Encíclica “El Esplendor de la Verdad”, 21). Las iglesias se llenan los domingos para la santa misa, los papás bautizan a sus niños, los envían a catecismo para su primera Comunión y Confirmación. Pero hace falta voluntad de querer vivir una vida cristiana comprometida con Dios. Por eso, los cristianos hemos perdido en el mundo el poder transformador de los primeros hombres y mujeres que creyeron en Jesucristo, de quienes se afirmaba: “lo que es el alma en el cuerpo, eso son los cristianos en el mundo” (Carta a Diogneto).
Jesús se hizo bautizar para asemejarse a nosotros en todo, por ninguna otra razón. El bautismo hace de nosotros hijos e hijas de Dios. ¿Existirá una realidad más grande que ésta en una persona? No, pero "un gran poder conlleva una gran responsabilidad”. Es decir, tenemos la misión de vivir una vida cristiana auténtica, de hecho, no sólo de nombre; para que otros crean en Jesucristo, y la sociedad, y la Iglesia puedan ser cada día mejor.
¿En qué aspectos está dispuesto a trabajar, y a comprometerse para mejorar su vida cristiana personal y parroquial en el 2015?
Fr. Marco

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