6/17/2013

LA DUDA TRAJO EL OCASO


Cuentan que un alpinista, desesperado por conquistar un altísima montana, inicio su travesía después de muchos años  de preparación, pero quería la gloria sólo para él, por lo tanto subió sin compañeros.

 
Comenzó a subir y se le fue haciendo tarde, y más  tarde, y no se preparó para acampar, sino que decidió seguir subiendo, y oscureció. La noche cayó con gran pesadez en la altura de la montaña, ya no se podía ver absolutamente nada. Todo era negro, cero visibilidad, la luna y las estrellas estaban cubiertas de nubes. Subiendo por un acantilado, a sólo unos metros de la cima, resbaló y se desplomó por el aire, cayendo a velocidad vertiginosa. El alpinista solo podía ver veloces manchas oscuras y la terrible sensación de ser succionado por la gravedad. Seguía cayendo…

 
Y en esos angustiantes momentos, le pasaron por su mente los episodios gratos y no tan gratos de su vida. Pensaba en la cercanía de la muerte. Sin embargo, de repente, sintió el tirón de la larga soga que lo amarraba de la cintura en las estacas clavadas en la roca de la montaña. En ese momento de gratitud, suspendido en el aire, no le quedó mas que gritar: “¡Ayúdame Dios mío!”.

De repente, una voz grave y profunda de los cielos le contestó:

“¿Qué quieres que haga?”

“¡Sálvame Dios mío!”

“¿Realmente crees que yo te pueda salvar?, Entonces, corta la cuerda que te sostiene”.

Y el hombre se aferró más y más a la cuerda.

 
Cuenta el equipo de rescate, que al otro día encontraron a un alpinista colgado, muerto, congelado, y agarradas sus manos fuertemente a la cuerda… a tan sólo unos metros del suelo.

 
¿Y tú? ¿Qué tan aferrado estas a tu cuerda? ¿Te soltarías?


Nunca dudes de Dios. Nunca debes decir que El te ha olvidado o abandonado. No pienses jamás que El no se ocupa de ti. Recuerda siempre que El te sostiene su Mano Derecha. Isaías 41:13

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